
El moai A Vere, conocido como el «moai viajero», está situado a la entrada de Tongariki y es una de las estatuas más fotografiadas de Isla de Pascua. Conoce su historia.
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El guardián de Tongariki

Una peculiar estatua da la bienvenida al visitante que accede al sitio arqueológico del Ahu Tongariki. Se encuentra a la izquierda, a pocos pasos del acceso a este mágico lugar, frente al quiosco de control de los guardaparques y muy cerca de los restos de una hare paenga o casa-bote.
Esta imponente escultura es conocida como moai “A Vere”, un nombre que al parecer es reciente ya que se ignora su antigua denominación y su ubicación original exacta. Este moai, que ahora se presenta erguido directamente sobre la hierba y no sobre un ahu o plataforma como es habitual, estuvo varios años sobre una pendiente dándole la espalda al mar y al entonces todavía destruido ahu Tongariki.
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Su rostro, con las cuencas de ojos talladas, se orienta actualmente hacia el lado opuesto al que miran las estatuas de la plataforma, como si quisiera demostrar su enfado por no haber sido incluido en el monumento. Sin embargo, la realidad es que esta interesante figura, además de no pertenecer a este ahu, ha disfrutado de mayor protagonismo que sus quince pétreos vecinos.
El moai viajero

Uno de sus momentos de fama, lo consiguió cuando en el año 1982 fue embarcado rumbo a Japón para participar en una exposición en la ciudad de Osaka. Cuando un tiempo después regresó a Isla de Pascua de su periplo por el extranjero, los isleños le llamaron “el moai viajero” y así se le conoce popularmente desde entonces.
Desde que el gobierno japonés, junto con la empresa Tadano, colaboró en la reconstrucción del ahu Tongariki, las amistosas relaciones surgidas entre Rapa Nui y Japón se han manifestado siempre a través de un moai. Una de las últimas muestras de este afecto mutuo es el nuevo moai, realizado por el artista rapanui Benedicto Tuki, que Chile obsequió al pueblo japonés de Minami Sanriku para reemplazar una antigua réplica devastada tras el terremoto y posterior tsunami de 2011.
El moai que «caminó» de nuevo

El segundo momento de gloria del moai «A Vere» ocurrió en 1986 cuando fue utilizado en los experimentos realizados por Pavel Pavel. Este ingeniero checo fue invitado por el explorador noruego Thor Heyerdahl a participar en su segunda expedición a Isla de Pascua y demostrar sus teorías sobre el transporte de las estatuas.
Una antigua leyenda cuenta que los moai caminaban desde la cantera de Rano Raraku hasta su posición final en los numerosos ahus o plataformas diseminados por la isla, gracias al mana o poder divino. Las ideas más prácticas y terrenales de Pavel Pavel pretendían hacer caminar a los moai utilizando una técnica parecida a la que se utiliza para mover un frigorífico.
Después de realizar un primer intento con una estatua más pequeña que ahora se encuentra en el exterior del Museo Sebastian Englert, utilizó este moai para su prueba definitiva. El día 5 de Febrero de 1986 Pavel Pavel, con un grupo de menos de veinte personas, unas cuerdas bien sujetas y su particular técnica, consiguió que el moai avanzase unos cuantos metros en posición vertical con un movimiento de balanceo.
Fue todo un logro hacer “caminar” a este moai de 4 metros de altura y 9 toneladas de peso, que a pesar de exhibir unas “heridas” producidas por las cuerdas durante sus viajes y experimentos sigue emanando una energía de otro tiempo.
Conservación del moai “A Vere”

El moai A Vere, al igual que ocurre con la mayoría de las otras estatuas, ha sufrido durante siglos la erosión del clima húmedo y subtropical propio de Isla de Pascua. La muestra más visible de este deterioro son las manchas blancas que cubren la superficie de las estatuas.
Estas manchas son en realidad un liquen, un organismo producto de la unión entre un alga y un hongo, que se desarrolla en ambientes húmedos e invade la piedra creando costras, que recuerdan a la lepra que antaño hubo en Rapa Nui.
Este liquen puede alterar la superficie de la roca de tal modo que con el paso del tiempo los moais podrían convertirse en simples monolitos rectangulares. Ante tal amenaza, los expertos han comenzado a restaurar y proteger los primeros moais de los efectos nocivos de los líquenes.

Las primeras pruebas de limpieza y conservación se realizaron sobre los moai del ahu Tongariki y más recientemente sobre el moai del Ahu Ature Huki en Anakena. En el año 2015, expertos de la CONAF trataron el moai A Vere con productos específicos para las condiciones propias de la isla.
Este tipo de intervención consta de varias fases. Primero se aplica un agente biocida que destruye los líquenes, después se realiza la extracción de los mismos antes de proteger la superficie con un producto consolidante. Finalmente se aplica un hidrorepelente, que impide que el agua penetre en la roca pero permite la circulación de vapor para evitar que se acumule la humedad en su interior y que los líquenes puedan sobrevivir.
Este tratamiento tiene como objetivo conservar el moai e intentar detener el deterioro provocado por la acción del agua y el viento, dos agentes metereológicos muy presentes en la isla. El problema reside en su alto coste y la necesidad de proteger cientos de figuras legendarias que son Patrimonio de la Humanidad.

Se estima que el presupuesto necesario para tratar las estatuas afectadas por la intemperie supera los 500 millones de dólares, un importe que la comunidad de Rapa Nui no puede asumir por sí sola. Por ello, algunos proponen que los países que exhiben moais expoliados a lo largo de la historia, colaboren económicamente en la conservación de las estatuas isleñas.
Entre ellos destaca el famoso moai Hoa Hakananai’a que atesora el Museo Británico y cuya devolución exigen numerosos habitantes de Rapa Nui. Otros sugieren que sería mejor que el moai permanezca en Londres como embajador isleño, a cambio de que el museo aporte recursos que ayuden a proteger a los gigantes de piedra de Isla de Pascua.
Consejos para visitar el moai viajero

La visita del moai viajero y del Ahu Tongariki se puede hacer contratando alguno de las excursiones que ofrecen la mayoría de las agencias de turismo de la isla. Este sitio arqueológico suele estar incluido en alguno de los tours de día completo, que cuentan con guía y transporte, donde se visitan además otros lugares de interés.
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La otra opción es hacerlo por cuenta propia, pero para ello habrá que llegar en vehículo, ya que se encuentra bastante alejado de Hanga Roa como para ir caminando.
En cualquiera de los casos, es necesario comprar con antelación la entrada al Parque Nacional Rapa Nui para poder ingresar al recinto. La entrada tiene una validez de 10 días para recorrer los diferentes sitios arqueológicos, los cuales se pueden visitar varias veces, a excepción de Orongo y la cantera del volcán Rano Raraku que solo puede realizarse una única vez.
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El acceso al recinto se encuentra en el lado oeste, justo donde está el «moai viajero». Frente a él hay un área de estacionamiento para dejar los vehículos. Después de traspasar el muro, hay que dirigirse a la derecha para presentar el ticket en el quiosco del Parque Nacional. Ahu Tongariki abre poco antes del amanecer hasta las 18:00 h.
Otro dato a tener en cuenta es que en Ahu Tongariki no existen servicios higiénicos ni de alimentación para uso de los visitantes. Los más cercanos se encuentran a 1,7 km en Rano Raraku, donde además de baños públicos, puestos de artesanía y una cafetería, han habilitado una zona de picnic para los viajeros que lleven su propia comida.
Cómo llegar al moai viajero

Aquellos que no deseen contratar un tour organizado, pueden visitar el moai viajero y el Ahu Tongariki por cuenta propia de forma sencilla. Para llegar en automóvil desde Hanga Roa, se debe tomar la Avenida Hotu Matu’a en dirección a Anakena, luego doblar a la derecha en el cruce que indica el camino a Rano Raraku y continuar durante 15 kilómetros aproximadamente por la carretera que bordea la costa, mientras se disfruta del paisaje.
Otra alternativa bastante recomendable es ir en bicicleta. Es posible alquilar bicis en Hanga Roa donde además proveen a los clientes de mapas y todo lo necesario para sus recorridos.
El trayecto de ida tarda aproximadamente 1 hora y media haciéndolo con calma. El camino de la costa ofrece la posibilidad de disfrutar de la brisa marina y la vista de los acantilados durante todo el trayecto, además de ir parando en otros yacimientos arqueológicos que se encuentran en este lado de la isla. Hay que tener cuidado con los caballos que se cruzan y con algunos tramos de asfalto descarnado donde se han formado algunos baches.