Ahu Tongariki, el mayor ahu de Isla de Pascua con 15 moais

La contemplación del imponente Ahu Tongariki con el Oceáno Pacífico a su espalda es el sueño cumplido de la mayoría de los viajeros que cruzan el planeta para llegar a Isla de Pascua. La imagen de Tongariki, junto con la de las estatuas del cercano volcán Rano Raraku, es la que más se ha difundido en libros, revistas y documentales sobre la isla. Y es que, desde su restauración, esta colosal estructura se ha convertido en un símbolo y en el máximo exponente del imaginario colectivo de Rapa Nui.
INDICE
- Un legendario escenario natural
- El mayor centro ceremonial de la isla
- El devastador tsunami de 1960
- La restauración, una tarea titánica
- 15 gigantes imponentes
- El moai viajero… y caminante
- Los petroglifos de Tongariki
- Consejos para visitar Tongariki
- Amanecer en Ahu Tongariki
- Cómo llegar al Ahu Tongariki
- Mapa de ubicación
- Lugares cercanos
Un legendario escenario natural

Tongariki, cuyo nombre hace referencia a los vientos del este, está situado en el extremo oriental de la costa sur de Rapa Nui en un terreno de gran belleza escénica. A su izquierda se observa el volcán Poike, el más antiguo de la isla, cuyas erupciones dieron origen a la península del mismo nombre y dónde según la tradición tuvo lugar la batalla entre “los orejas largas” y “los orejas cortas”. En su cima se aprecia el cráter cubierto ahora de un pequeño bosque de eucaliptus. Su ladera sur desciende mediante abruptos acantilados hasta el nivel del mar donde las rocas volcánicas dan forman a la caleta de Hanga Nui (bahía grande).
Al fondo se levanta el islote conocido como Motu Maratiri que en tiempos antiguos sirvió de refugio a muchas personas durante los conflictos tribales y es el escenario de varios mitos y leyendas.
A la derecha hay un diminuto puerto de pesca conocido como Hanga Iti (bahía pequeña) y varias cuevas entre las que destaca Ana Havea, hogar del líder Poie durante su guerra contra el clan de Kainga.
Por útlimo, frente al ahu se levanta la impresionante cara sureste del volcán Rano Raraku, origen de la mayoría de las estatuas que han dado fama a la isla.
El mayor centro ceremonial de la isla

La historia de Tongariki mezcla relatos mitológicos, guerras entre clanes y asentamientos de tribus que se remontan al siglo X. En la gran explanada que se extiende frente al ahu, se han encontrado restos de casas-bote o hare paenga, antiguos fogones o umu pae y cientos de petroglifos grabados en la roca volcánica que reflejan la importancia de este extraordinario lugar.
Se cree que Tongariki fue el centro sociopolítico y religioso de Hotu Iti, uno de los dos grandes clanes que agrupaba a las tribus del sector este de la isla. Las primera ocupación humana data del año 900 d.C. y se relaciona con la primera fase de un primer ahu. El impresionante monumento final es el resultado de una sucesiva serie de modificaciones y ampliaciones, llevadas a cabo a lo largo de la historia, que muestran el dominio técnico alcanzado.

Ahu Tongariki es la estructura ceremonial más grande construida en Isla de Pascua y el monumento megalítico más importante de toda la Polinesia. Representa el cénit de las construcciones sagradas llamadas ahu-moai que se desarrollaron en Rapa Nui durante más de 500 años.
La plataforma central, cuyo eje está orientado al sol naciente del solsticio de verano, mide casi 100 metros de largo y con sus alas o extensiones laterales originales alcanzaba una longitud total de 200 metros. Durante la última fase final de construcción del altar ceremonial, Ahu Tongariki sostuvo 15 moai, lo que lo convirtió en la plataforma con mayor número de imágenes de toda la isla.
Lamentablemente, como ocurrió con el resto de las plataformas ceremoniales de la isla, los moai fueron derribados del ahu durante los violentos episodios que tuvieron lugar entre los diferentes clanes isleños en la época de decadencia de la cultura rapanui. Se cree que este período comenzó después del año 1500 d.C. alcanzando su momento álgido a finales del siglo XVII.
No se sabe con certeza cuando se derribaron las estatuas del Ahu Tongariki, pero según los testimonios de los primeros navegantes europeos que llegaron a la isla, parece que éstas ya no estaban en pie cuando llegaron a principios del siglo XVIII. Sin embargo, el lugar siguió siendo utilizado como cementerio hasta la conversión de la población al catolicismo en la segunda mitad del siglo XIX.
El devastador tsunami de 1960

Por los dibujos, relatos y fotografías que se conservan, se sabe que hasta 1960 el estado de conservación del ahu era relativamente bueno; a pesar de que las estatuas yacían con el rostro mirando hacia el suelo y que una de las alas había sido destruida al haber usado las piedras como material de construcción de cercas para el ganado.
Pero la noche del 22 al 23 de mayo de 1960 todo cambió. En esa fatídica fecha tuvo lugar uno de los mayores terremotos registrados en la historia con una intensidad de 9.5 en la escala de Richter. Destruyó la mayor parte de las regiones centrales y meridionales de Chile causando numerosas víctimas, ya que su epicentro se ubicó en la ciudad chilena de Valdivia situada a 3.700 km al este de la isla.
Pero el desastre fue aún mayor porque el seísmo produjo una ola que avanzó por el Pacífico hasta alcanzar las costas de Oceanía y Asia, causando especial destrucción en las islas de la Polinesia. Casi 6 horas después del terremoto, el tsunami llega a Isla de Pascua por su lado este, impactando directamente en Tongariki.
Gracias a que el centro poblado de Hanga Roa se encuentra en el lado oeste, no hubo que lamentar víctimas ni destrozos graves, a pesar de que el nivel del mar subió considerablemente. El tsunami bordeó la isla y retomó su curso hacia la Polinesia, donde 15 horas después del terremoto, una ola de 10 metros de altura impactó en Hilo en Hawai, causando la muerte de decenas de personas y destruyendo totalmente la ciudad. La devastación continuó hasta llegar a las costas de Japón y Nueva Zelanda.
Un paisaje apocalíptico

Los primeros testigos de la destrucción de Tongariki llegaron unos días después del tsunami debido a la falta de transporte en la isla en aquella época. Varias estimaciones indicaron que la gigantesca ola que llegó a la bahía de Hanga Nui superó los 10 metros de altura y se internó más de 500 metros hacia el interior alcanzando los terrenos cercanos a la base del volcán Rano Raraku.
El tsunami impactó frontalmente la pared del muro posterior destruyendo completamente la plataforma principal hasta los cimientos y extendiendo los restos sobre una extensa área. La fuerza del mar empujó algunas de las estatuas más de 100 metros tierra adentro. Unas se fracturaron y golpearon, y otras rodaron y quedaron boca arriba mostrando su rostro por primera vez después de varios siglos.
Cuando el agua retrocedió, había destruido completamente la mayor parte del monumento que presentaba ahora un escenario dantesco. Toda la zona estaba cubierta de cantos rodados de la costa, piedras procedentes del ahu y restos de estatuas, mezclados con huesos y cráneos humanos de las tumbas que habían estado bajo la plataforma, restos de ovejas muertas y grandes cantidades de algas secas y animales marinos podridos.
Antes de este dramático acontecimiento, el área de Tongariki representaba un yacimiento arqueológico de primer orden del que se hubiera podido extraer información muy valiosa sobre la evolución histórica de la cultura isleña. Desgraciadamente, el tsunami logró que la mayor parte de los vestigios se perdieran para siempre.
Como apunte histórico conviene comentar que pocos meses después de este grave incidente, en octubre de 1960, volvían a ponerse en pie los siete moai de Ahu Akivi, las primeras estatuas de la isla que se levantaron después de estar postradas varios siglos. Un hecho que revolucionó la historia reciente de Rapa Nui y con el que comenzó una etapa de estudio, cuidado y restauración de los sitios históricos.
La restauración, una tarea titánica

A pesar del estado de destrucción en el que quedó, el deseo de los isleños y arqueólogos de recuperar uno de los principales emblemas de la isla siempre estuvo presente. Sin embargo, tuvieron que pasar más de tres décadas para que se iniciaran los primeros trabajos de restauración de Ahu Tongariki.
Parece que todo empezó en el año 1988 cuando en un programa de la televisión japonesa, el arqueólogo y exgobernador de Isla de Pascua Sergio Rapu comentó: “Sería un sueño ver a los moai de nuevo en pie… si tuviéramos una grúa…”. Un empleado de la empresa de grúas Tadano vio el programa, y pensó que sus máquinas podían ser útiles para ese propósito.
Unos años después, en 1992, se creó un grupo de trabajo multidisciplinar que incluía arqueólogos, ingenieros y otros expertos procedentes de Japón, Chile y otros países para la recuperación del sitio de Tongariki. El trabajo de restauración se realizó bajo la dirección del Instituto de Estudios de Isla de Pascua de la Universidad de Chile (IEIPA) liderado por los arqueólogos Claudio Cristino y Patricia Vargas, con fondos suministrados por el gobierno de Japón y la empresa de fabricación de grúas Tadano. Esta última realizó una gran donación de fondos y equipo técnico, destacando una enorme grúa capaz de levantar el gran peso de las estatuas.

De esta manera se iniciaron los trabajos de lo que se convertiría en el proyecto arqueológico más importante de todo el Pacífico Sur. En primer lugar, para poder realizar una reconstrucción realista del monumento, fue necesario realizar un análisis detallado de los documentos e imágenes históricas que existían de Tongariki desde finales del siglo XIX hasta 1960 para contrastarlo con las ruinas existentes tras el tsunami.
Para ello se crearon nuevos mapas del terreno usando métodos avanzados de topografía y cartografía junto con modelos digitales. Después hubo que excavar, inventariar y clasificar los restos de miles de piedras, rocas y piezas de estatuas esparcidos por cientos de metros a la redonda. Además durante las excavaciones se encontraron restos de otros 17 moai destruidos que habían sido reutilizados como elementos constructivos de la antigua plataforma, tal como era costumbre hacer cuando se levantaba un ahu en un lugar donde había estado otro de un período anterior. Estas circunstancias, añadidas a una ocasional falta de fondos, y a los conflictos de competencia entre los distintos responsables del proyecto complicaron aún más la reconstrucción y causaron demoras imprevistas.

Finalmente durante 1994 y 1995 se colocaron sobre la nueva plataforma las enormes figuras con ayuda de la grúa de Tadano, y en 1996 se finalizaron los trabajos con el levantamiento de las alas laterales del ahu.
Posteriormente en el periodo 2003-2006, dentro del Proyecto UNESCO-Japón-Isla de Pascua se llevaron a cabo nuevas labores de conservación en el ahu, con motivo de corregir errores constructivos cometidos durante los años 90 y concluir tareas como la aplicación de productos impermeabilizantes que protegen la superficie de los moai contra la erosión.
La recuperación del sitio fue todo un hito en la historia local, con expertos chilenos, extranjeros y un grupo de isleños trabajando mano a mano para reconstruir uno de los lugares más importantes para el pueblo rapanui.
15 gigantes imponentes

Ahora, gracias a la restauración, los actuales visitantes tienen la suerte de poder observar esta maravillosa estructura en una forma semejante a cómo pudo lucir en su período de máximo esplendor.
Quince gigantes observan desde su posición dominante a los asombrados viajeros que llegan a este lugar único en el mundo. Estas imágenes megalíticas, que forman una hilera sobre un altar central de unos 100 metros de longitud, dan la espalda al mar para proyectar su mana o protección espiritual hacia la antigua aldea que aquí existía.
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Llama la atención la variedad en las formas y tamaños de las estatuas. Aquí, al contrario de lo que sucede en otras plataformas como Ahu Nau Nau o Ahu Akivi, todas son diferentes. Las hay delgadas, gruesas, altas y bajas, y hasta las expresiones parecen distintas.

Es posible, como apuntan algunas teorías, que reflejen de esta forma, el carácter o los rasgos de cada ancestro representado. Aunque es más probable que las diferencias estéticas se deban a las distintas épocas en que fueron fabricadas. Durante la reconstrucción se hallaron antiguas cabezas que muestran una forma más redonda y natural, pero parece que con el paso del tiempo los rasgos se fueron estilizando cada vez más.
Todos los moai fueron tallados en toba volcánica procedente de las canteras del volcán Rano Raraku, situado a un kilómetro al noroeste. A pesar de su relativa cercanía, aún no se explica cómo pudieron transportar hasta Tongariki estos enormes colosos que tienen un peso promedio de 40 toneladas.
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Los moai miden entre 5,6 y los 8,7 metros, siendo el más alto y más pesado (86 toneladas) el quinto por la derecha. Si a la altura de los moai, sumamos los 4 metros del muro posterior y los casi 2 metros de los pukao o tocados que adornaban la cabeza, el monumento completo alcanza una altura máxima de 14 metros.

Antiguamente todos los moai del ahu portaban un pukao sobre su cabeza, pero durante la restauración sólo se pudo colocar uno sobre el segundo moai por la derecha. Los demás, debido al paso del tiempo y al tsunami, estaban demasiado erosionados. En el lado derecho de la plataforma se pueden ver siete de estos enormes cilindros tallados en escoria roja extraída del volcán Puna Pau.
Las estatuas se asientan sobre la parte más alta de la plataforma, que adopta la forma de un plano inclinado cuando desciende hacia el frente delantero. Aquí , como remate, aparecen una serie de filas formadas por grandes cantos marinos, llamados poro, que son característicos de este tipo de ahu.
Es interesante acercarse a la parte trasera de la plataforma, para apreciar más de cerca el tamaño de las estatuas y otros detalles de esta estructura megalítica. Aquí también se pueden ver algunos restos de cabezas y troncos de otros moai utilizados en las primeras fases de construcción del ahu. Según los restos hallados, se calcula que al menos 30 moai formaron parte de Tongariki en sus diferentes etapas a lo largo de un período que se extendió más de 700 años.

En medio de esta extensa plaza, a unos 80 metros delante de la plataforma, sobresale otra enorme silueta pétrea que descansa sobre la hierba. Este moai, partido en dos, yace de espaldas y mira hacia arriba. Aunque tal vez esa no sea la expresión más adecuada, debido a que ni siquiera tiene talladas las cuencas de los ojos.
Se piensa que las cuencas se tallaban una vez que las estatuas eran erigidas sobre la plataforma, para después instalarles los ojos de coral y otorgarles así el espíritu de los ancestros. De modo que se puede deducir que este moai nunca se levantó sobre el ahu, tal vez por su fractura o algún otro problema. En cualquier caso, su posición tendida permite observar de cerca los detalles de su tallado y las imperfecciones de la toba volcánica.
El moai viajero… y caminante

A pocos metros del acceso oeste al recinto de Tongariki, muy cerca de los restos de una hare paenga o casa-bote, se erige una peculiar estatua que da la bienvenida al visitante. Su rostro, con las cuencas de ojos talladas, se orienta hacia el lado opuesto al que miran las estatuas de la plataforma, como si quisiera demostrar su enfado por no haber sido incluido en el monumento. Sin embargo, la realidad es que esta interesante figura, además de no pertenecer a este ahu, ha disfrutado de mayor protagonismo que sus quince pétreos vecinos.
Uno de sus momentos de fama, lo consiguió cuando en el año 1982 fue embarcado rumbo a Japón para participar en una exposición en la ciudad de Osaka. Las amistosas relaciones surgidas entre Rapa Nui y Japón en las últimas décadas siempre se han manifestado a través de un moai. Cuando un tiempo después regresó de su periplo por el extranjero los isleños le llamaron “el moai viajero” y así se le conoce desde entonces.

Su segundo momento de gloria lo alcanzó en 1986 cuando fue utilizado en los experimentos realizados por Pavel Pavel. Este ingeniero checo fue invitado por el explorador noruego Thor Heyerdahl a participar en su segunda expedición a Isla de Pascua y demostrar sus teorías sobre el transporte de las estatuas.
Después de realizar un primer intento con una estatua más pequeña que ahora se encuentra en el exterior del Museo Sebastian Englert, utilizó este moai para su prueba definitiva. El día 5 de Febrero de 1986 Pavel Pavel, con un grupo de menos de veinte personas, unas cuerdas bien sujetas y una técnica estudiada, consiguió que el moai avanzase unos cuantos metros en posición vertical con un movimiento de balanceo.
Fue todo un logro hacer “caminar” a este moai de 4 metros de altura y 9 toneladas de peso, que a pesar de exhibir unas “heridas” producidas por las cuerdas durante sus viajes y experimentos sigue emanando una energía de otro tiempo.
Los petroglifos de Tongariki

Además de las impresionantes estatuas, en Tongariki existen otros vestigios menos conocidos que suelen pasar desapercibidos a los visitantes por hallarse a ras de suelo. Se trata de los petroglifos o diseños grabados en la roca volcánica.
Un gran número de los petroglifos que se encuentran en la isla fueron tallados sobre piedras horizontales más o menos planas que sobresalen del terreno. Estas rocas, conocidas en idioma rapanui como papa, tienen su origen en los flujos laminares de lava basáltica producidos durante la época de actividad volcánica de la isla.
En Tongariki hay cientos de diseños y figuras grabadas que reflejan su relevancia histórica, siendo el lugar con el arte rupestre más importante de la costa sur de Isla de Pascua. A escasos metros al suroeste de la plataforma se encuentra un círculo de piedras que delimita un interesante grupo de petroglifos donde se pueden distinguir dos bajorrelieves de tortugas marinas. En Rapa Nui hay más de 30 grabados de honu o tortugas, pero los detalles del caparazón y la cabeza que tienen los de aquí, junto con los del cercano y sorprendente Papa Tataku Poki, los hacen destacar entre los demás.
Papa Tataku Poki

A unos 200 metros en frente del ahu, casi en el límite del recinto rodeado por un muro de piedra, se halla el magnífico conjunto de petroglifos de Papa Tataku Poki. Estos paneles de roca volcánica están muy próximos a los restos de cimientos de piedra de las hare paenga o casas bote que se levantaban aquí antiguamente. Lamentablemente, muchas de esas piedras se reutilizaron para construir el muro cercano que en los tiempos de la compañía ovejera formaba parte de las cercas donde se encerraba al ganado.
Durante las excavaciones que se llevaron a cabo en los años 90, se encontraron varios umu pae u hornos de piedra y huesos humanos pertenecientes a un niño que presentaban incisiones que podrían relacionarlos con acciones de canibalismo.
Según la tradición oral, este es el lugar donde varios niños fueron masacrados durante la guerra entre dos grandes tribus lideradas por Kainga y Poie. Se cuenta que Poie y sus hombres iban a buscar cada día a varios jóvenes enemigos, que se habían refugiado en el cercano islote de Motu Maratiri, para sacrificarlos y después cocinarlos. Tras la muerte de cada víctima se hacía en la roca un pequeño orificio para registrar la cruel hazaña. Y ese sería el origen del significado de Papa Tataku Poki, que podría traducirse como “piedra plana donde se contaron niños”.
Otra versión, mucho más inocente y agradable, relacionaría los agujeros de la roca con un registro a modo de censo de los niños nacidos. Sea cual sea el origen de estas curiosas marcas, lo cierto es que actualmente se pueden observar decenas de ellas formando series alineadas en distintas zonas de la roca.

Aparte de estos numerosos y enigmáticos hoyitos, sobre la superficie de la piedra se puede encontrar una amplia variedad de símbolos relacionados con el alto rango de las personas que vivían aquí. Destacan varias figuras en bajorrelieve que representan al hombre pájaro o tangata manu.
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Los diseños de los doce hombres pájaros son de gran calidad, especialmente los tres que se dan la espalda. Después de Orongo, este es el sitio con mayor número de relieves de esta figura, lo que vincularía este lugar con la residencia del elegido Tangata Manu en las cercanías de Rano Raraku, tal como cuenta la tradición.
Los otros motivos más llamativos son caras del dios Make Make, una de ellas con barba de chivo, y varias figuras que representan al atún, un pescado muy importante en la isla, que solía estar destinado a las clases altas, y que hoy cualquiera puede degustar en los restaurantes locales.
También hay cuencos excavados para recolectar el agua de lluvia llamados taheta, bajorrelieves de tortugas marinas, komari o vulvas femeninas, pequeñas figuras que recuerdan a los moai y símbolos parecidos a los de las tablillas Rongorongo.
Como la roca presenta una superficie muy rugosa y erosionada, los petroglifos no son fáciles de ver. Se observan mejor con la luz rasante de las primeras horas de la mañana o las del atardecer, cuando se crean sombras que permiten apreciarlos mejor.
Consejos para visitar Tongariki

La visita del Ahu Tongariki se puede hacer contratando alguno de las excursiones que ofrecen la mayoría de las agencias de turismo de la isla. Este sitio arqueológico suele estar incluido en alguno de los tours de día completo, que cuentan con guía y transporte, donde se visitan además otros lugares de interés.
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La otra opción es hacerlo por cuenta propia, pero para ello habrá que llegar en vehículo, ya que se encuentra bastante alejado de Hanga Roa como para ir caminando.
En cualquiera de los casos, es necesario comprar con antelación la entrada al Parque Nacional Rapa Nui para poder ingresar al recinto. La entrada tiene una validez de 10 días para recorrer los diferentes sitios arqueológicos, los cuales se pueden visitar varias veces, a excepción de Orongo y la cantera del volcán Rano Raraku que solo puede realizarse una única vez.
Más información sobre el Parque Nacional Rapa Nui
El acceso al recinto se encuentra en el lado oeste, donde está el «moai viajero». Frente a él hay un área de estacionamiento para dejar los vehículos. Después de traspasar el muro, hay que dirigirse a la derecha para presentar el ticket en el quiosco del Parque Nacional. Ahu Tongariki abre poco antes del amanecer hasta las 18:00 h.
Otro dato a tener en cuenta es que en Ahu Tongariki no existen servicios higiénicos ni de alimentación para uso de los visitantes. Los más cercanos se encuentran a 1,7 km en Rano Raraku, donde además de baños públicos, puestos de artesanía y una cafetería, han habilitado una zona de picnic para los viajeros que lleven su propia comida.
Amanecer en Ahu Tongariki

Otra de las maravillas de Ahu Tongariki es el indescriptible espectáculo que regala al amanecer. Entre el 21 de Diciembre, “solsticio de verano”, y el 21 de marzo, “equinoccio de otoño”, el sol sale por la parte posterior del Ahu, entre sus gigantescas esculturas de piedra, regalando unas imágenes inolvidables.
Después de esas fechas, el sol sale detrás del volcán Poike pero es posible captar también maravillosas imágenes de la puesta del sol, por detrás de los moai.
Si se cuenta con vehículo de alquiler, conviene madrugar y salir con tiempo suficiente ya que la carretera no está iluminada y hay bastantes curvas. Se aconseja conducir despacio y con cuidado porque los caballos sueltos pueden cruzarse en el camino.
La mejor forma de llegar a tiempo para ver el amanecer en Tongariki es contratando un tour en alguna de las agencias locales. Otra opción es reservar el transporte via online.
Cómo llegar al Ahu Tongariki

Aquellos que no deseen contratar un tour organizado, pueden llegar a Tongariki por cuenta propia de forma sencilla. Para llegar en automóvil desde Hanga Roa, se debe tomar la Avenida Hotu Matu’a en dirección a Anakena, luego doblar a la derecha en el cruce que indica el camino a Rano Raraku y continuar durante 15 kilómetros aproximadamente por la carretera que bordea la costa, mientras se disfruta del paisaje.
Otra alternativa bastante recomendable es ir en bicicleta. Es posible alquilar bicis en Hanga Roa donde además proveen a los clientes de mapas y todo lo necesario para sus recorridos.
El trayecto de ida tarda aproximadamente 1 hora y media haciéndolo con calma. El camino de la costa ofrece la posibilidad de disfrutar de la brisa marina y la vista de los acantilados durante todo el trayecto, además de ir parando en otros yacimientos arqueológicos que se encuentran en este lado de la isla. Hay que tener cuidado con los caballos que se cruzan y con algunos tramos de asfalto descarnado donde se han formado algunos baches.
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